miércoles, 12 de septiembre de 2007

Los costureros chinos


Harta de que su marido, a quien los oráculos habían anunciado que uno de sus vástagos lo destronaría, devorara a todos sus hijos, Rea le dio a comer a Cronos una piedra envuelta en mantillas (que no descubrió, el muy tonto) y escondió a Zeus en la isla de Creta, donde se crio fuerte y lozano gracias a los cuidados de la cabra Amaltea. Zeus acabó destronando a su padre y se convirtió en un alto cargo de los cielos: el dios de los dioses.

Algo parecido le ocurrió a Edipo. El oráculo de Delfos predijo a Layo, su padre, que su hijo lo mataría y se casaría con su mujer, es decir, con su propia madre. Para evitar lo inevitable (los griegos no querían enterarse de que los oráculos eran infalibles), Layo mandó matar a Edipo, pero el encargado de cometer tal infamia se apiadó del recién nacido y lo abandonó en medio del bosque. Edipo fue rescatado por un pastor y adoptado por la reina de Corinto, y cuando creció mató a su padre y se casó con su madre, aunque los tres desconócían la verdadera identidad de cada uno y, por tanto, el parentesco que los unía tan estrechamente.

Ayer El País publicó la noticia de una joven china a la que van a operar en un hospital de Yunnan porque le han detectado cerca de 30 agujas repartidas por todo el cuerpo. En los primeros días de su vida, sus abuelos se las fueron clavando furtivamente para provocarle la muerte. Como tantos otros chinos, no podían soportar la idea de que el único hijo de uno de los suyos no fuera un hombre.

Rodeados de tantas comodidades en nuestro mundo desarrollado, nos es imposible comprender dramas que día tras día tienen lugar en tantas partes de la Tierra. Nos es imposible concebir siquiera la existencia de historias como ésta, extraños intereses que llevan a unas personas a querer acabar con la vida de su nieta recién nacida; un ser indefenso al que por ley natural deberían defender hasta la muerte.

Cuando supo que sus abuelos habían intentado matarla al poco de su nacimiento, el cuerpo de Luo Chaifen tuvo que sufrir una sacudida espantosa, un escalofrío feroz, un estremecimiento salvaje que se repetirá eternamente como las réplicas de un terremoto. Igual que Edipo, o que Zeus. Sólo que la vida de Luo Chaifen no es una historia mitológica, ni un cuento de hadas.


3 comentarios:

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Es brutal, chamaco.
Besos,
Diego

Pedro Ojeda Escudero dijo...

A cuántas brutalidades llevan las coacciones de los estados, de las creencias, de los miedos...

Álvaro Fernández Magdaleno dijo...

Vaya noticia macho.
Un beso.
Álvaro