martes, 27 de mayo de 2008

Inverosimilitudes de cine (II. Sunshine, 1999)

Más aburrida que Alatriste me resultó Sunshine (de 1999, no confundir con la homónima de 2007), una película de tres horas de duración que se me hicieron tediosamente eternas. Tenía la sensación de que me estaba creciendo la barba y de que mis doloridas sienes iban a estar completamente blancas cuando me levantara del sofá. Sunshine narra la historia de varias generaciones de una familia centroeuropea. El actor que representa a la primera es Ralph Fiennes, que realizó un trabajo magnífico en La lista de Schindler poniéndose en la piel del comandante de campo nazi Amon Goeth. Cuando el primigenio Sunshine muere (momento en el que, por cierto, yo ya estaba deseando que cayera la familia entera), la historia se centra en su hijo, figura encarnada ¡por Ralph Fiennes!. Lo primero que hace el espectador es fruncir el ceño en señal de desconcierto, o bien abrir los ojos como platos en señal de lo mismo. Inmediatamente después se asombra de las insobornables leyes de la genética y, finalmente, al menos yo, desea sádicamente que le llegue su hora y a poder ser cuanto antes. Tras mucho batallar con el tiempo, el deseado momento le llegó (no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague) y a esas alturas yo estaba ya loco no sólo por que muriera él y su familia: deseaba fervientemente que explotara la televisión o que cayera una bomba nuclear que acabara con la civilización causante de aquel engendro aunque me destruyera a mí también.

Pero hete aquí que después de la muerte del segundo Sunshine lo sucede en el puesto su hijo, es decir, el nieto del primero, y ¿a que no adivinan quién es el actor que hace su papel? Premio: Ralph Fiennes. Maldita genética la de esta familia, que da trillizos donde debería dar hijos y nietos, que crea un ser que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, uno y trino, Dios único y todopoderoso de una escena que para mí se había convertido en el mismísimo infierno.

Reconozco que fueron momentos difíciles y que los superé como pude: con ayuda de especialistas, es decir, con buenas películas. Pero este fin de semana esos tiempos regresaron a mi mente nítidos y cristalinos viendo una película que contenía el mismo elemento discordante aunque en su versión contraria, como se verá, si los hados me son propicios, en la próxima entrada.

12 comentarios:

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Álvaro me impide verla...
Besos,
Diego

Pablo A. Fernández Magdaleno dijo...

Y no me extraña. Es del estilo de Tiovivo c. 1950 de Garci. Tremenda.
Un abrazo

José Ángel Gaviero dijo...

Me recuerda a un sketch de Muchachada Nui sobre un repartidor de publicidad en el que todos los papeles son interpretados por Julián López. Aunque no creo que al final de Sunshine apareciese el padre de Ernesto Sevilla para decir que aquello era patético...

nerea dijo...

Uf... no se si hubiese aguantado tanto yo en el cine... jajajja, eso sí, la historia tremenda... A mi me paso con Pear Harbor (ni se si se escribe asi) que tenía unas ganas locas de que la palmaran todos los protas... que no sabia si ir a la pantalla y tirar una silla... :-D

Besicos!

Merche Pallarés dijo...

No he visto Sunshine ni pienso verla por tu acertada y muy explícita crítica que me ha hecho reir un montón, de lo cual siempre estoy muy agradecida porque me mantiene ¡joven! Besotes, M.

CarmenS dijo...

¿Era ya famoso el actor en ese tiempo? Porque se requería una buena dosis de adicción para tragarse la cinta.

Fernando Manero dijo...

Admiro tu paciencia, Pablo. Solo un cinéfilo es capaz de tanto aguante y tanta perseverancia. No he visto esa peli, pero, animado por tí y un pelín sufridor, mantendrá la atención para desentrañar lo que pueda tener de positivo, que quizá lo tenga. Es curioso cómo el cine nos engancha y, a pesar de sus trampas y enredos, seguimos impertérritos ante la pantalla, confiando en que alguna vez descubramos la obra maestra que todos esperamos. Que no perdamos nunca, pese a los disparates que a veces comete, la magia del cine. Un cordial saludo

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

mira yo esa pelicula haría un lote junto con "los Puenes de Madison" y "Paciente Inglés" y como tortura serían geniales...un saludo y buen fin de semana.

Pablo A. Fernández Magdaleno dijo...

Manuel: opino lo mismo de Los puentes de Madison. Al paciente inglés lo salvaría de la quema por algunos momentos.
Pues sí, Fernando. A veces es duro ser cinéfilo y tragarse unos tostones de muy señor mío. Pero merece la pena cuando encuentras una obra maestra.
Sí era famoso, Cecilia. Es ocho o diez años posterior a La lista de Schinler. Sería un reto para él, porque si no...
Merche: me alegro de hacerte reír, chavalilla.
Nerea, me pasó lo mismo con Pearl Harbor, pero yo no la pude soportar y la dejé como a la media hora, cuando aún no había ocurrido nada de nada.
Debería haber aparecido, Chan, hubiera sido un toque de humor.
Saludos y gracias a todos.

Merche Pallarés dijo...

¡TUCCI! Discrepo contigo a mi me ENCANTARON "El Paciente Inglés" y los "Puentes de Madison". Pero, claro, eran MUY románticas y éstas a los chicos no os gustan tanto... Besotes, M.

amelche dijo...

¡Ja,ja,ja! No la he visto, pero, después de esto, se me quitan las ganas...

Hombre, sería que andaban escasos de presupuesto y por eso ponían siempre al mismo actor. Y, digo yo, ¿la mujer de Shunshine era también la misma actriz, reencarnada en nuera y nieta-nuera? (Eso habría sido ya tremendo...)

Unknown dijo...

Pablo,

Me parece injusta tu reseña; sin perjuicio de la subjetividad en la crítica artística, uno debe exponer -o al menos tratar de comprender- los motivos de la obra.

Te lo recuerdo por dos motivos:

(i) en "Sunshine" en vez de describir la temática y elementos creativos de este filme europeo, solo te has limitado a quejarte de la identidad del actor con varios personajes. Mi opinión: Szabó (1999) logra una muy interesante propuesta.

(ii) con dicha 'crítica' -y lo comprueban los demás comentarios- impides que varias personas puedan cambiar su paradigma de cine vacuo hollywoodense.

Todo ello debido a una descripción ligera de la forma, que no va ligada a una interiorización del contenido.

Saludos,

M.